Churrería en calle Ponzano: tradición que desafía la moda en Madrid

La churrería en calle Ponzano es mucho más que un negocio tradicional: es un símbolo de resistencia cultural en pleno corazón de Madrid. En una zona donde los bares de diseño, las cartas gourmet y las modas efímeras dominan el panorama gastronómico, esta churrería abierta en 1958 se mantiene fiel a su esencia. Aquí no hay reinterpretaciones modernas ni estrategias de marketing virales: solo churros artesanos, porras recién hechas y una historia de tres generaciones que madrugan cada día para seguir haciendo lo de siempre.

Situada en el número 31 de esta calle, la churrería Julián Cuenca de la Fuente lleva más de seis décadas sirviendo churros, porras y frutos secos sin perder la esencia de lo que fue desde el principio: un negocio familiar que valora la calidad, la constancia y el trato humano.


Historia de la churrería

Orígenes humildes

Fundada por Julián Cuenca en 1958, la churrería no comenzó en Ponzano, sino en la calle Zurbarán. Sin embargo, por una expropiación, el negocio se trasladó a un local que anteriormente había sido una pescadería —o una carbonería, según quién cuente la historia—. Sea como fuere, la familia encontró en Ponzano un lugar donde arraigar su tradición.

Tres generaciones al frente

Hoy, Alberto y Javier Cuenca, hijos y nietos de churreros, gestionan el local. Con 50 y 56 años respectivamente, estos hermanos han mantenido la esencia de la churrería con la misma fórmula que heredaron: madrugones, masa casera, fritura a mano y un contacto directo con el cliente.

Un negocio que no ha cedido al cambio

Mientras Ponzano mutaba en el epicentro de la gastronomía moderna, la churrería no se dejó seducir por la estética de diseño ni por las estrategias de marketing. Con un toldo verde que dice simplemente “CHURRERÍA – PATATAS FRITAS”, el local sigue despertando cada día a las 4:45 h para comenzar su jornada.


Hace tiempo ya escribí una entrada de blog sobre los churros. Hoy regreso al tema con más profundidad y con una historia que merece ser contada: la de una churrería que lleva abierta desde 1958 en plena calle Ponzano de Madrid.

La calle Ponzano: entre la moda y la tradición

Transformación del barrio

En los últimos veinte años, la calle Ponzano ha pasado de ser una vía comercial de barrio a convertirse en un referente gastronómico. Restaurantes de autor, coctelerías y bares de tapas conviven con antiguos comercios y nuevos proyectos de hostelería.

Contrapunto clásico

La churrería representa un contrapunto dentro de esta modernización. Mientras algunos locales buscan reinventar la cocina tradicional, ellos siguen ofreciendo lo mismo de siempre: churros, porras, patatas fritas y frutos secos, sin reinterpretaciones ni artificios.


Elaboración artesanal

Ingredientes simples, proceso complejo

La receta es sencilla: agua, harina, sal y trabajo. Pero la clave está en cómo se manejan esos elementos. La masa se hace completamente a mano, sin ayuda de maquinaria. El proceso exige paciencia, experiencia y mucho esfuerzo físico.

Fritura tradicional

Los churros y porras se fríen al momento, en una sartén enorme que Javier domina con maestría. “El calor es lo más duro”, confiesan, pero también lo más necesario para lograr ese dorado perfecto que caracteriza sus productos.

Producto

Precio unidad

Horario de venta

Churro

0,30 €

06:15 – 11:00 h

Porra

0,50 €

06:15 – 11:00 h

Patatas fritas

Según cantidad

Hasta 14:00 h

Frutos secos

Variado

Hasta 14:00 h

Producción para bares

Muchos bares de la zona compran directamente a esta churrería. Algunos de ellos, como Los Arcos o El Escudo, se abastecen cada mañana. Incluso hay pedidos especiales para empresas o cuarteles cercanos, con entregas en moto incluidas.


La experiencia del cliente

Un espacio reducido, una atención cercana

El local es pequeño: delante del mostrador solo caben dos o tres personas. Aun así, el espacio se llena cada mañana de fieles que hacen cola desde antes del amanecer.

Ritual matutino

Algunos clientes llevan décadas comprando aquí. Otros vienen tras salir de fiesta, aunque los hermanos prefieren abrir cuando los noctámbulos ya se han retirado, para no molestar a los vecinos.

Más que venta, vínculo

Lo que más destaca en la relación con los clientes es la cercanía. “¡Que tengáis buen día!”, se oye con frecuencia desde el mostrador. En tiempos donde todo se automatiza, este tipo de trato humano se ha convertido en un lujo.


Patrimonio inmaterial

Un símbolo de la gastronomía popular

La churrería no tiene estrellas Michelin ni premios de diseño, pero ha sido protagonista en medios como El País por ser un ejemplo de cómo mantener la autenticidad sin renunciar a la rentabilidad.

Preservación cultural

Su existencia en pleno siglo XXI, sin adaptaciones superficiales ni estética instagrameable, la convierte en un bien cultural no declarado, pero sentido por muchos.


Desafíos y adaptaciones

Resistir sin renunciar

Los hermanos Cuenca reconocen que el barrio ha cambiado mucho. Sin embargo, ellos han preferido mantenerse fieles a su esencia. Ni carta renovada, ni reformulación del producto, ni nombres con marketing.

Uso estratégico de la tecnología

Aunque no han cedido al influencerismo, aceptan pedidos telefónicos y colaboran con bares, mostrando un modelo de adaptación discreto pero eficaz.

La churrería en calle Ponzano representa una forma de hacer las cosas que, lejos de quedar obsoleta, gana valor con el tiempo. No necesita reclamos modernos para llenar la puerta cada mañana. Su receta es la honestidad, la constancia y un producto bien hecho.

Invito a quien no la conozca aún a madrugar un poco y dejarse llevar por el aroma de los churros recién hechos. En un Madrid que cambia a toda velocidad, aún quedan lugares que nos recuerdan que lo esencial permanece.